Wednesday, October 25, 2006

LA DECISIÓN DE SOPHIE ( capítulo segundo )






LA DECISIÓN DE SOPHIE
( capítulo segundo )
Sophie comienza a trabajar como taquígrafa en la casa de Rudolf hoss, el comandante del campo de concentración en el que se encuentra. Es así como pasa a formar parte de un reducido grupo que logra tener unas mínimas condiciones de vida altamente superior a las de el resto de prisioneros del campo.
Sophie, a parte de ver en ello una salvación temporal para su propia persona, ve la oportunidad de salvar de algún modo a lo único que le queda. Su hijo Jan.
Todavía lleva el panfleto antisemita que su padre escribió hacía años oculto en el interior de una de sus viejas botas.
Pasará a redactar cartas y escritos dictados por el propio comandante y conocerá de primera mano los envíos de deportados, los proyectos de construcción de nuevos campos, los métodos a utilizar… El tiempo que permanecerá en esta especie de urna de cristal dentro del cementerio, se creará una sutil y a veces tensa relación compuesta por unos hilos invisibles, muy difícil de conectarse, pero existentes, entre el propio Rudolf Hoss y ella.Sophie en un sobreesfuerzo de vencer todo tipo de escrúpulos decide usar su cuerpo y su mente con un solo fin, intentar saber algo de su hijo y salvar su vida. Sobrecogedora es la descripción y narración del terrible desenlace que conducirá de nuevo a Sophie a los barracones.
En una habitación superior del edificio, aséptica, con las lamas de madera pintadas en un blanco cegador, con el olor incrustado del desinfectante (una de las obsesiones de los nazis fue el evitar cualquier contacto y contagio con los judíos, por lo que usaban potentes desinfectantes),Sophie intentará agarrase a uno de esos hilos invisibles en un inútil y desesperado intento de seducción que será recibido por el comandante como una degradación de la mujer. El realmente se siente atraído por ella, por sus rasgos arios por su perfecta habla y escritura de la lengua germana. Llega a estar tentado de poseerla, de concebir un hijo con ella, un hijo puro, el modelo de niño que buscan todos ellos, el que haga perdurar y sobrevivir la raza, el que defenderá en un futuro los valores de su doctrina.
Pero en medio de una febril jaqueca, él la rechazará acusándola de ser una mujer fácil, una buscona, de no responder a los verdaderos valores. Entonces entre lloros y con más de la mitad de su propio sentido humano perdido y abandonado, de su propia existencia y de su propia persona, Sophie se jugará su última carta, sacará el panfleto y se lo enseñará al comandante. La reacción del otro será de desprecio hacia aquellas ideas únicamente antisemitas del padre de ella, carentes del sentido elevado y de descubrimiento de un nuevo hombre, EL SUPERHOMBRE, que tienen las suyas. También verá que aquella huesuda y atractiva polaca, extraña a sus ojos e inquietante se ha convertido en un problema a eliminar, una manzana que puede terminar por contaminar al resto. Al día siguiente será enviada de nuevo al campo de concentración, al hacinamiento de los barracones, a la prácticamente absoluta inanición…
Pero antes de salir de aquella luminosa y asfixiante habitación, logrará sacarle un compromiso al comandante, ya que ella no podrá salvarse de los objetivos, de la solución final, le pide que haga que se salve su hijo, que lo envíe a otro campo para que lo incluya en el Lebersborn, el programa de adopciones ilegales (una de las ideas más aberrantes y más antinaturales de cuantas tuvieron y ejecutaron los nazis), él le prometerá que hará todo lo que pueda. Y esta frase será una de las agarraderas de Sophie para el resto de su vida. Pero será solo eso una frase vacía.
Sophie permanecerá por espacio de 6 meses más en aquel campo, con una severa desnutrición y con un estado transitorio mental que por momentos llegará a rozar la locura en muchos de sus diferentes estadios, será liberada junto a el resto que había logrado sobrevivir por el ejercito ruso en su incursión en Alemania ante el inminente retroceso y caída de los nazis.
Vagará varios años en campos de refugiados y hogares de acogida de Francia y Suecia antes de embarcar a Estados Unidos y llegar a Brooklyn.
De sophie ya lo hemos dicho casi todo, el resto, aunque no intrascendente, es todo consecuencia de un pasado marcado a fuego, lleno de cavernas oscuras e intransitables, tan difícil de olvidar como su propio tatuaje del brazo.

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