Wednesday, March 11, 2009

EL ABRAZO CERTERO


El flechazo certero



Hasta ese día los dos eran unos desconocidos, no sabían nada el uno del otro, pero algo del origen se notaba en el aire, en las yemas de los árboles que comenzaban a brotar a principios de una primavera perezosa.
Se encontraron en un terreno libre de cargas e impuestos, la red, charlaron, se rieron con las dos teclas para tal fin del teclado, la J de jamón y la A de amor.

En aquella primera charla ya decidieron verse y se citaron un domingo, a primera hora de la tarde, cuando ya ni tan siquiera se oía el eco de las campanas, hacía un sol fuerteuno llevaba gafas de sol y ambos intentaron mantener latan temida compostura, se acercaron el uno al otro pero apenas se veían.


Después se tomaron un refresco y para ser el primer día se rieron mucho y se dieron cuenta de que el aire se hacía más denso y al salir a la calle masticaban el cierzo, el eterno e intemporal cierzo de esta ciudad.

Fue inevitable, el aire viciado de deseo los llevó a fundirse en un abrazo que los hizo caerse a un agujero de rojo terciopelo y allí hicieron el amor y siguieron riéndose y dándose abrazos que apenas conseguían apaciguar sus carnes.

Este fue el primer día y harían muy mal en pensar ustedes que ahí quedo todo, esa misma noche una tormenta pasajera borró todas las huellas, pero no se llevó lo único que realmente es necesario para esta historia, el germen, miles y miles de microscópicos puntitos de color rojo ya se habían esparcido por el interior de cada uno de ellos.Y comenzaron a notar al día siguiente como picaba el polen del amor, fue algo progresivo, nada de escozor en la nariz, lo que les pasó a nuestros protagonistas se asemeja en gran parte a la presión que sentía el bueno de Hans Castorp en el sanatorio bergoff de la montaña mágica, olvidaron el propio sentido del tiempo y aunque este no se teduvo se volvió denso, palpitante, concentrado en el pecho y desbocado, desbocado como los caballos asustados por la tormenta.


Se escribieron tímidamente y en el trabajo miraban por la ventana intentando verse en las personas que pasaban por la calle, poco a poco todo se volvió luminoso, y se pusieron a cantar y se asombraban al verse bailando, sonriéndole a la luna del coche.

Y decidieron volverse a ver, quedaron en un bar viejo y poco transitado, se sonrieron, apenas se miraron y decidieron cogerse las manos sudadas mientras esperaban que se enfriara el té.


Esa noche al llegar a casa uno de los dos vio en un canal de pago un documental sobre el desove del salmón y al ver aquella maraña de minúsculos huevos transparentes, apenas percibidos, esparciéndose en la cristalina corriente de un río, se dio cuenta de algo, de algo abstracto como el mismo tiempo que le envolvía, se había enamorado.

El otro tardó en dormirse, el mismo tiempo estancado y casi retenido en su dormitorio lo tenía atrapado y abrazó la almohada y la besó y se volvió a caer al pozo de terciopelo rojo sin acordarse para nada que a las seis le sonaría el despertador digital para ir a trabajar a la fábrica.


Pasaron los días y los árboles se llenaron de hojas, algunos sacaron unas flores que al primero de ellos le parecieron de una especie desconocida, casi tropical en los parques de la ciudad, con el cambio de hora el día se tornó más largo y luminoso y el segundo decidió regalarle un libro, el mejor libro del mundo.

Todavía se conocen poco, conviven entre la rinitis del amor y los cambios de velocidad propios del deseo y ahora que ya por fin todos los árboles han sacado sus hojas, ellos miman la criatura, con alegría y esperanza y el temor propio de la madre que mira con ojos protectores a su hijo.


A veces, hasta las cosas más complicadas y fortuitas son posibles.


Sunday, March 08, 2009


La trilogía de New York
PAUL AUSTER.


El jurado de los premios acuerda conceder el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006 a Paul Auster por la renovación literaria que ha llevado a cabo al unir lo mejor de las tradiciones norteamericana y europea, innovar el relato cinematográfico e incorporar a la literatura algunas de sus aportaciones.
Con su exploración de nuevos ámbitos de la realidad, ha conseguido Auster atraer a jóvenes lectores, al dar un testimonio estéticamente muy valioso de los problemas individuales y colectivos de nuestro tiempo.
Oviedo, 31 de mayo de 2006

Así es como empezaba el fallo del jurado que dio a conocer este premio hace unos tres años, el año que le dieron el mismo premio el director de cine Pedro Almodóvar. Hablar de Auster es hacerlo de un autor que ha dado otra óptica y ha abierto nuevos caminos en la literatura norteamericana contemporánea.
Auster al igual que Phillip Roth, otro autor que me gusta de igual manera tienen en común que son los grandes cronistas de la sociedad americana, de sus obsesiones y vergüenzas, de sus pequeñas cosas y sus descubrimientos. En el caso de Auster y de la novela que voy a comentar se me presenta como un reto, puesto que LA TRILOGÍA DE NEW YORK es una de las novelas más misteriosamente complejas que he leído recientemente.


Que Auster insista en las repeticiones y las reiteraciones no es nada nuevo, se ha dicho más de una vez en este blog y en muchos otros. La Trilogía reúne muchas de las grandes obsesiones de Auster, la búsqueda de la identidad del hombre contemporáneo, un hombre perdido en una ciudad devastada por el cemento, un hombre que a base de buscarse termina por perderse…., la carga metafísica de esta novela en ineludible, mucho más que en otras que conozco diría yo.

El yo y el super yo, el aquí y el ahora, la búsqueda de uno mismo, o la pérdida…depende.


El hombre frente a el paso del tiempo, la soledad, o mejor dicho la soledad elegida, como opción y el azar, esa constante que Auster la hace como su máxima, el azar de que te encuentres o no en un sitio, de que cojas o no una llamada de teléfono, justo en un preciso momento.


Este es una novela de una muy compleja naturaleza literaria, novela compuesta de tres relatos, CIUDAD DE CRISTAL, FANTASMAS Y LA HABITACIÓN CERRADA. Tres historias estructuradas de una forma a veces un tanto extraña y poco convencional.
Hay que reseñar que La Trilogía…se enmarca dentro del género detectivesco y la novela negra. En el primero de ellos Ciudad de cristal Quinn es un escritor que por azar recibe una llamada de teléfono equivocada y se acaba convirtiendo en un detective. Fantasmas es el segundo de los relatos, Azul es el protagonista, un detective al que se le encarga que vigile a alguien y quien acabará convirtiéndose en un escritor a la fuerza y que llegará a perderse de tal forma que no sabrá si realmente se ha estado vigilando a si mismo. La habitación cerrada es el tercero y último, el protagonista es Fanshawe, un tipo brillante que un día decide abandonarlo todo, su mujer embarazada, su obra literaria sin publicar para desaparecer y buscarse a si mismo.


Es más fácil hablar del mundo de Auster y de sus estructuras que de lo que cuentan sus historias. A Auster hay que leerlo para de alguna manera llegar a aproximarse a su mundo. Pocos escritores enfrentan en sus novelas a el hombre moderno con sus fantasmas y sus dilemas, ese es el gran logro de Auster haber creado un estilo personal y sumamente complejo por la confusión de identidades que a veces plantea a la vez que sus novelas siempre tienen alguna enseñanza para el lector.

Aunque solo sea el fijarnos más detenidamente en el discurrir del día, en los encuentros fortuitos…en las oscuras asociaciones de ideas.


Yo no recomendaría empezar a leer a este autor por esta novela, hay otras mucho más llevaderas para conocerlo y esto lo digo sin desmerecer en absoluto a la Trilogía.

Creo que esta novela por otro lado le da al lector todos los ingredientes del mundo Austeriano y es a la vez un homenaje, casi diría yo a su propio mundo literario.

Por otro lado creo que las historias que plantea Auster no son tan ajenas a nuestra forma de vida, ni a nuestras sociedades. Los personajes de Auster la mayoría de las veces o eligen o son elegidos por el azar, la casualidad, el destino, llamémoslo como queramos, pero de alguna forma todos tienen que recorrer su camino, todos inician una búsqueda, que en definitiva y en mi opinión son búsquedas que siempre tienen mucho de la búsqueda de la propia identidad de cada personaje, algo que sacado del contexto y de los recursos novelísticos no tiene nada de extraño.


Creo que cada día son más necesarios escritores que planteen la literatura bajo esta óptica tan especial y tan personal, escritores como Saramago o Sanpedro creo que también llevan al hombre en sus novelas hasta sus últimas consecuencias.
En algunos momentos y en algunos pasajes, los personajes de Auster me recordaron a Gregorio Olías el protagonista de Juegos de la edad tardía de Luis Landero, aunque ambas novelas sean muy dispares en sus contextos temporales e históricos y en su propia estructura.


Buenas Noches.