Tuesday, December 18, 2007

CUENTO DE NAVIDAD PARA UNA NO NAVIDAD


NOCHE DE REYES

Aquel día de reyes salió especialmente frío, salí de casa a las 7 de la tarde, hacía ya una hora que la noche se había echado encima, una noche oscura, de una oscuridad impenetrable.
Allí estaba yo esperando el autobús que me llevaría al centro, tapándome el cuello y la boca con una gruesa bufanda de lana azul que me había hecho mi madre el año pasado, el autobús todavía tardaba unos minutos y deje correr el tiempo viendo pasar a la gente abrigada casi hasta la extenuación, madres y abuelas que tiraban de la mano a unos niños que miraban las luces que decoraban las calles.

El termómetro de la farmacia marcaba 2 grados y de las bocas de la gente salía un vaho espeso y lechoso que se esfumaba formando formas en el gélido aire.
Hacía años que no veía la cabalgata. Me subí al autobús, estaba lleno y me tocó ir en un rincón, encogido, aprisionado entre un mar de codos, abrigos y manos que intentaban agarrarse a la barra para no caerse.
El centro estaba tan lleno de gente que apenas se podía andar, comencé a agobiarme, ya empezaba a pensar que aquello de querer ver la cabalgata era una estupidez, cuando de repente me di cuenta de que había comenzado a nevar.
Siempre me había gustado la nieve, su caída, lenta y precipitada al mismo tiempo, sus engaños visuales. De repente estaba solo en el centro de la ciudad, seguía nevando, ahora con más fuerza. Todo el mundo había desaparecido, no había nadie, ni coches, ni personas, ni carrozas, ni cabalgata. Silencio, solo silencio, el blanco susurro de la nieve al caer en la calle.
Me subí el cuello de la chaqueta y comencé a andar, el suelo ya se empezaba a poner blanco. Aunque parezca extraño no extrañaba a nadie, yo era el único habitante de la cuidad, quizá de el país, quizá del mundo.

Un perro salió corriendo de una calle, lo vi pasar y quise ir a por el, pero al girar la esquina lo había perdido de vista. Comenzaba a hacer mucho frío. Me puse los guantes y ví otra vez el perro, lo seguí y pude ver como se metía en lo que parecía un edificio antiguo.
El silencio. Me detuve en la puerta y pensé en llamar, me sentí idiota ¿para qué?, si no hay nadie, pasé dentro estaba oscuro, aunque ya no hacía tanto frío como en la calle, al fondo se veía una habitación en penumbra.

Abrí directamente la puerta y pasé, apenas se veía nada. Accioné el interruptor. Un vals de Strauss , las parejas girando, las mujeres con trajes largos, elegantes, brillantes, vaporosos, los hombres de frac, la pajarita bien ceñida. Me miré en un ostentoso espejo y me sonreí, me estaba perfecto, me ajusté la pajarita y me acerqué a la barra tranquilamente mientras miraba a las parejas bailar.
La música me golpeaba las sienes. El barman me saludó por mi nombre y yo me sentía tranquilo, como en casa, como mi casa.
Me puso lo que bebía hace años sin ni tan siquiera preguntarme, wysky de malta, solo, sin hielo.
Y de repente la ví, allí estaba en medio del salón con un traje de seda color salmón, me sonrió y sus sonrisa era la misma de hace veinticinco años, dejé el vaso en la barra y quise ir hacía ella.
Pero me caí y el mar estaba furioso y yo no sabía nadar. Al fondo en la orilla, de lejos, aún se podía ver las carrozas de los reyes magos.

Despierte señor Antonio, es la hora de tomarse su medicación y no se vuelva a dormir que en veinte minutos traen la cena.

Silencio, otra vez el silencio.

Sunday, December 16, 2007

MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MI. Javier Marías.


Mañana en la batalla piensa en mí, pese mi espada sobre ti….

No se muy bien como empezar este comentario, y no es por ganas, pero llevo días planteándome esta novela y intentar la forma de estructurar este comentario.
Y es que J Marias no deja indiferente a nadie es un escritor contemporáneo, de nuestros tiempos, el niño mimado de la crítica europea, pero a la vez es un personaje tanto en lo literario como en sus opiniones que hace que lo ames o lo odies. Yo por mi parte me voy a quedar en un término medio.

Mañana en la batalla…tiene un poso barroco, de literatura clásica, desempolvada, a la vez que actual y cotidiana, el olvido, las casualidades, lo que ocurre en un mismo momento en dos sitios, el destino. Ya lo había dicho antes, no deja indiferente a nadie.

La novela tiene un comienzo potente, ilusionante para el lector, nos crea muchas expectativas. Víctor Francés es un negro, o sea un escritor frustrado que para ganarse la vida se dedica a escribir los discursos que otros leen o guiones de teleseries de televisión, en lo que su nombre nunca aparece. Siempre en la sombra.
Una noche queda con una mujer a cenar en su casa, el marido de esta está fuera, de viaje de negocios en Londres. Él irá ilusionado ante las expectativas de aquella cita con aquella mujer elegante y acomodada, cenarán, acostarán al niño pequeña de esta y cuando ya por fin están en la habitación comenzando lo que se supone lo mejor que iban a tener esa noche, ella comienza a sentirse mal y fallece.
No cuento más. A partir de aquí se plantean situaciones alrededor de este comienzo, el olvido de los que ya no están, las obsesiones….A mi juicio todo esto está muy bien, pero creo que algunas cosas se van un poco de las manos.
Esta novela se la tiene como una de las más surrealistas del autor, y de hecho estos tintes los tiene y esto es una de las cosas que despista a el lector, como por ejemplo el capítulo en donde el protagonista confunde a su ex mujer con una prostituta, ¿pero es o no es su mujer?, ni el propio protagonista lo acaba sabiendo.
Estas situaciones (y hay varias más), pueden despistar al lector, pero en definitiva son situaciones sacadas fuera del contexto de la propia novela que llevan a un mismo punto, personas obsesionadas con la soledad, el abandono…
El final a mi juicio creo que es muy bueno, casi diría que asombroso, a mi me recordó a Paul Auster y sus teorías sobre las coincidencias, aunque para llegar a esta final y sobre todo entenderlo, claro hay que haberlo leído todo y como he dicho antes tiene muchos elementos que a uno le dejan un poco perplejo.

Con respecto al estilo, hace muy bien Marías en mantener todo el tiempo ese ambiente entre lo trágico y lo pedante de sus personajes y para eso ayuda mucho las citas de Shakespeare, el lado decadente de sus personajes… sus secretos.
Una novela elegante con un regusto clásico, inteligente e intelectual. Muy recomendable, de las que no se olvidan fácilmente aunque el autor no despeje del todo nuestros interrogantes.