Saturday, October 21, 2006

El TIEMPO

EL TIEMPO...



Para muchos de los que ya hemos andado un trecho del camino, nos hemos aclimatado a él y para los demás, más o menos también.

Infinita abstracción; prostituida, mal utilizada en beneficio de otros.
No es materia, pero nos afecta, no es carne, pero nos duele que se vaya. Es solo eso TIEMPO, una masa sin forma, ni color ni olor. Es la abstracción relista de los poetas.

Nacemos solos, asistidos y ayudados, nos limpian la sangre, nos arropan y nos devuelven el color y todo en presencia del testigo infinito. Comienza el espectáculo.
Y ahí está, en la misma habitación en la que ahora te encuentras, siempre en el mismo plano, ni arriba ni abajo, o lo quieres o lo dejas. Vayamos de la mano.

Alguna vez todos habremos oído algún comentario acerca de él, de apropiación, daros un tiempo…, de falsa culpabilidad, me ha faltado tiempo…, cuando él poco entiende de nuestros fracasos y nuestras frustraciones, ni tiene que ver en la curación de nuestros males, o con el retorno de los sentimientos, solo lo contempla desde su estado infinito, ni líquido, ni gaseoso, infinito.
Es un orden superior, expansivo, invasor, la invasión silenciosa, el gran valor social ignorado.
El año pasado en una exposición que pude ver en una ciudad que visité por trabajo, había en una sala un gran lienzo blanco, un lienzo almidonado, apenas blanqueado, a ambos laterales del rectangular lienzo habían dos paréntesis, uno abierto a un lado y el otro que cerraba, estaban pintados en un gris claro, muy difuminados.
A su izquierda, estaba la reseña de la obra en la que se podía leer la fecha y su título TIEMPO.
Allí parado me sentí provocado ante aquel ejercicio que apelaba a la ignorancia. Pensé en salir a la calle, pero aquello me tenía agarrado y me detenía delante.
Entonces fue cuando lo vi. Una voz interior que no era la voz de ningún dios ni de ningún otro ídolo caído me dijo, TIEMPO, eres tú.
Y yo sonreí al comprobar que aquella voz era la mía, y que aquel tiempo representado en un lienzo como una lechosa metáfora, era únicamente mío e intransferible.

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