Thursday, May 21, 2009

LA LIMUSINA NEGRA




Cerró la puerta despacio, sin hacer ruido. Se sentó en el asiento de cuero de un modo precipitado. Se debió notar su notar su nerviosismo pues la figura que tenía frente a el sentada en el otro asiento de la limusina carraspeó ligeramente. Quería que sintiese que quien dominaba la situación era solo él.
La tormenta fue a más, el aguacero chorreaba por los cristales tintados, un trueno resonó dentro del coche como una lejana letanía.
Levantó la vista y lo miró, hasta ese momento había desviado la mirada, no pudo evitar morderse el labio superior, hacía rato que le temblaba de una forma obscena.
No vio nada, nada que fuese una cara, un rostro, una imagen, ni tan siquiera unas facciones. Sintió frío y comenzó a pensar que se había equivocado, pero ya era tarde para dar marcha atrás. Había vendido su alma al diablo.

Aquello debía de ser lo que los hombres buenos llaman terror, comenzó a respirar agitadamente a la vez que un vaho helado salio de su boca. Intentó abrir la puerta, no pudo, estaba bloqueada, no encontró el seguro, no había escapatoria.
En aquel instante el coche arrancó y precipitadamente se perdió en las tinieblas.