Thursday, March 06, 2008


LA LLUVIA AMARILLA.

Es difícil describir la belleza, el paso del tiempo, los cambios de la naturaleza, el olvido y el pasado desde la óptica de la tristeza y del abandono. Este es, a mi juicio uno de los méritos de Julio Llamazares en la lluvia amarilla.
Esta novela tiene una cadencia, unos tiempos y una retención en el aire y en el propio tiempo muy poco explotada en la literatura actual.
La lluvia amarilla rebosa poesía y misteriosa belleza desde su primera página, tiene algo de novela maldita que te acompaña hasta el final del libro. Nieblas y neblinas, atardeceres rojos y la lluvia, la misma lluvia amarilla.
Es una novela corta de apenas unas ciento y pocas páginas y no por esto deja de ser un viaje apasionante por el olvido, lo que ya no importa en esta sociedad donde las comunicaciones y las comodidades priman por encima de todas las otras cosas, de historias pasadas, de hijos que no volvieron, de calles abandonadas y cubiertas de hierbas.
El agua, el aire, la lluvia y las piedras, los marcos de las ventanas, las ortigas, el cielo y la montaña, el deshielo y el silencio, la furia del viento y de la lluvia, la iglesia olvidada…todo cobra vida en esta pequeña historia de desgracias y soledades.
La lluvia amarilla destila rimas y poemas por cada una de sus vocales, melancolía por cada una de sus consonantes.
Esta es la historia de Ainielle, un pueblo deshabitado del pirineo, un pueblo vacío, fantasma, perdido en el tiempo, metáfora del pasado, inútil y lejano recuerdo para el futuro.
El surrealismo es otro factor a tener en cuenta en La Lluvia Amarilla, la mezcla de los vivos con los muertos, unos muertos que solo quieren volver para que se sepa que un día estuvieron ellos también vivos. Este es uno de los recursos que más sorprenden al lector ya que el autor hace uso de él para si cabe todavía más hacer más patente la soledad y el abandono en el que se sumerge el único habitante del pueblo, el protagonista. Las sombras que aparecen sin que nada las produzca, el hogar junto a la chimenea y las brasas y el viejo calendario.
Como ya dije antes la naturaleza juega un papel principal en la novela interactúa con el protagonista del mismo modo que lo harían cualquier otro personaje, lo atrapa a su antojo para soltarlo después cuando quiere, lo emborracha o lo enloquece con sus ruidos y sus silencios.
El silencio. Somos muchos los lectores que visualizamos lo que leemos, que corremos o nos paramos…que sufrimos o nos ponemos alegres, en esta novela el silencio es casi un elemento perpetuo, constante y muchas veces cuando se interrumpe es por factores que en realidad no existen del todo…
Tiene algo de magia, la magia de antaño, de lo añorado y de lo perdido, de testamento enterrado bajo unas piedras, no sé si habré dicho mucho o poco, pero creo que es suficiente.
Una novela muy recomendable, para una lectura reposada, sin prisas, llena de frases con muchos callejones sin salida, yo hacía mucho tiempo que la llevaba en mente y en absoluto me ha defraudado. Muchos nos penemos como meta releer cierta novela al cabo de algunos años. Esta es una de esas sin lugar a dudas.
Y no voy a negar que es una novela triste, despojada de florituras, agreste y descarnada, pero bella muy bella de una belleza desbordante desde la primera
página.

Aqui os dejo una gran entrevista a Julio Llamazares por el veinte aniversario de la publicación de la novela. NO TIENE DESPERDICIO.

http://www.periferias.org/_contenidos/dias/23-martes-llamazares.html