Monday, October 16, 2006

LAS GRIETAS ESCONDIDAS


LAS GRIETAS ESCONDIDAS.





Las grietas escondidas es una novela introspectiva, que ahonda de una forma muy sutil en el complejo engranaje de la existencia humana.
Escrita en primera persona por la protagonista, una mujer joven llamada Eva, intenta descifrar los conflictos más personales y nuestras cotidianas frustraciones.
La protagonista se ve en una encrucijada creada por ella misma y por sus fantasmas, un callejón sin salida, en el que nadie parece ser culpable.

Las grietas escondidas es ante todo una novela psicológica, el recorrido personal de nuestra protagonista por el lado oscuro y desconocido de la sexualidad femenina.

Una arriesgada búsqueda de respuestas que conducirá a nuestra protagonista a una sórdida caída en picado por el laberíntico y subterráneo mundo de las perversiones sexuales, suburbiales y a la vez cotidianamente instaladas en nuestra sociedad..













LAS GRIETAS ESCONDIDAS.







Mi pueblo se encuentra entre montañas, alto muy alto, en total conexión con el cielo.
Pueblo de gentes grises como las nieblas que bajan, despacio, sin hacer ruido, sin que se noten demasiado, humedeciéndolo y capturándolo todo en su magia y su silencio. Comenzamos a ir hará unos 10 años, de casualidad, a veces las cosas pasan de la forma más fortuita y ajena a nosotros.
Calles que se llenan de gentes que hablan, que te paran y te ofrecen toda una gama de saludos que los de la ciudad ya hemos olvidado, casas de piedra, recias, musgosas, desafiantes en su longevidad mostrando una alegría de piedra decolorada, adobe abombado, grietas impenetrables, con balcones llenos de flores y arcos de piedra sillar marcando una autoridad silenciosa.
Hay una plazuela de suelos empedrados, casi siempre mojados en donde al pasar hacia la vieja iglesia y la torre del reloj, te vuelves a encontrar con los olores de panes recién horneados mezclados con el de la leña quemada, ocurriendo siempre en el mismo sitio y a las mismas horas como si de un reclamo turístico más de el pueblo se tratase. La torre de este pueblo es una sólida construcción defensiva de planta románica aunque transformada en diferentes épocas convirtiéndolo en un viejo y desafiante monumento al eclecticismo universal, más aún cuando te das cuenta del reloj añadido en la parte alta, insensato accesorio para este bello exponente del románico lombardo.
Aunque lo más atrayente de esta vieja torre sea la casi obscena inclinación que ha ido tomando a lo largo de los siglos, junto con el oscuro color de la piedra y el adobe, Convirtiéndola en todo un símbolo de el turismo de esta zona, así como un elemento alusivo en publicaciones y reportajes de arquitectura.
Las gentes de esta comarca siempre hablan con un orgullo plano y silencioso de sus pueblos, esparcidos por la montaña, como restos de otro tiempo del que cada vez van quedando menos señales, y de esta torre, la torre de Romanos de Ara, una torre que como ellos decían y como siempre habían dicho los mayores del pueblo era la mejor después de la de Pizza, haciendo una extraña comparación entre lo arquitectónico y el plato más famoso de la cocina italiana.
Otros te responden que la de los italianos quizá sea mejor, más grande, con más escaleras, pero a doblada no le ganaba ninguna y siempre hay alguien que rectifica al otro diciéndole que doblada no, inclinada.
A la gente de allí nunca pareció preocuparles demasiado, aquel extraño equilibrio del monumento más importante de la zona que había sido un elemento existencial más en tantas y tantas generaciones.
Cuatro años atrás un fin de semana que vinimos como tantos otros, ya antes de llegar desde la carretera que baja a el valle con el pueblo al fondo nos encontramos con la visión de la torre emergiendo entre los tejados oscuros del pueblo atrapada y rodeada de andamios y envuelta en una lona de color verde, verde quirófano, como la vestimenta de un veterinario.

El ayuntamiento del pueblo por fin después de algunos años y 2 alcaldes había conseguido las subvenciones suficientes para poder acometer las obras de consolidación de los cimientos y restauración de los muros norte y sur, así como del deteriorado ábside central de la iglesia por un equipo de arquitectos y conservación de patrimonio de Barcelona, por unos días el pueblo se llenó de curiosos que paraban con sus coches o bajaban a la plaza para ver como todos aquellos operarios con chaquetones reflectantes y casco hablaban mirando planos mientras otros se movían entre los andamios.
Al cabo de algo más de un año, encontramos la torre liberada de prótesis y lonas, la piedra antes ennegrecida y verdosa por el implacable deterioro del paso de los años, apareció después con una tonalidad renovada, con esos matices blanquecinos y a veces de una pulcritud artificiosa que los ácidos dejan sobre la piedras restauradas, había sido reinaugurada por el alcalde y las autoridades de la zona hacía solo 2 días invitando a todo el pueblo a una merienda popular en la plaza, justo debajo de ella.

Esta torre que tantas veces vimos desde este mismo banco sentados los 2 con la tranquilidad del que lo tiene todo bastante resuelto, la veo hoy sola, sola y con mucho frío, un frío que se me mete por las grietas que me han salido estos días, grietas arenosas de color barro en el pecho, que suben por el cuello dando la vuelta y bajan por la espalda, grietas que no han sido restauradas, que no han sido exploradas con ningún pincel ni cepillo, que se han ido ensanchando, abriéndose camino en mi carne, dejando al descubierto unos desconchados en mi piel como les ocurre a las casas viejas, vacías, huecas.
Esas casas de balcones torcidos y ventanales rotos en una negrura infinita, las casas vacías y viejas de todos los pueblos que aúllan con gritos sordos, inútiles, sin voz ni sonido para el vecino de al lado y los de la otra calle y los de detrás, inútiles por que su voz responde al lenguaje del tiempo ya olvidado y por eso ya nadie las escucha.
Aquí en la soledad de esta fría tarde de invierno pienso en lo que representó para nosotros este lugar, un pueblo que llegó a ser nuestro, nuestro en nuestra intimidad, momentos de vida y felicidad escritos para siempre, escenas que se han vuelto invisibles y de las que apenas ya me quedan huellas, este fue un lugar anexo que añadimos a nuestras vidas para llevar una existencia paralela a la rutina y que ahora se me antoja el escondite de una gran mentira.
Este portal, ese arco, esas miradas que me evitan, esta torre que piedra sobre piedra descansan su peso sobre mis ojos, mis hombros, todo el peso que yo misma he ido dejando caer sobre mi, el peso de la mentira.

Este ha sido mi pueblo imaginario. Mi pueblo real es otro.

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