Friday, October 27, 2006

LA VIDA QUE TE ESPERA

Ayer hizo doce años que no llueve, aunque con los sistemas de dispersores nos vamos apañando.Hoy cumplo 27 años.
Mi hermano nacerá dentro de seis meses me ha dicho esta mañana mi madre en el refugio, hace muchos años que los nuevos dejaron de nacer a los nueve meses como antes, él no va a notar ningún cambio.
Yo me acuerdo de poco, pero aún recuerdo alguna cosa.Cuando empezó todo se suicidó mucha gente, de eso hace años, ahora ya, creo que todos nos hemos acostumbrado.Se oyen pocas vOces opuestas al nuevo sistema.
Todos callan, se borraron muchas palabras de los diccionarios, las que no interesaban.Imaginároslas. No es difícil, yo no puedo reproducirlas aquí, tampoco las se todas, algunas ni las he conocido.
Bastante me arriesgo con enviar este mensaje. Espero que le llegue a alguien.Hasta a la vida subterránea nos hemos acostumbrado, tampoco es tan incómoda. El aire de nuestro estadio lo purifican cada noche los ordenadores centrales de la organización, y con la comida, algo parecido.Tenemos zonas de plantación comunes, pero están muy saturadas, casi todo se come, se trata de hacer los menos deshechos posibles. La genética es nuestra religión y nos debemos a ella.
La semana pasada haciendo cola me dijo el hombre que tiene colocadas las manos en los hombros que él hacía muchos años tuvo un perro, me dijo su nombre en un susurro, era una palabra prohibida, yo miré a los lados, me sentí cobarde, pero miré a los lados.Hacía tanto tiempo que no oía de nadie una palabra prohibida que se me llenaron los ojos de otra palabra prohibida.Cuando acabé y volvía a mi módulo me di cuenta de que le tenía miedo y a otros tantos como él, los pocos que sobrevivieron a las explosiones y cuando me pasa eso por la noche después del cambio, echado en el colchón me doy asco y me pongo a sudar y me huelen las axilas y intento recordar algún olor, alguna imagen, algún programa de televisión, una vez incluso vi un montón de libros.
Y entonces la garganta se me queda seca, intransitable con un sabor metálico, el que deben de sentir los ahorcados veintisiete segundos antes de morir, un segundo por cada año que tengo.Entonces cojo mi depósito de agua clorada y empiezo a beber y pienso que me baño desnudo en una playa, como las que había hace tantos años, antes de que todo subiera .Últimamente evito ir a la cola de los controles, lo dejo para el último día de recuento.

Hoy me siento deprimido, a veces pienso que es inútil hablar. Ya nadie se acuerda de nada, mi abuela hace ya unos años que dejó de decirle a todo el mundo que fue una actriz famosa, que salía en las revistas, en la televisión. A nadie le interesa.
Yo a veces me acuerdo que de pequeño quería ser escritor, publicar palabras prohibidas, otras veces se me olvida, y entonces cuando me acuerdo cierro los ojos fuerte apretando todo lo que puedo los párpados y cierro los puños y me hago daño con las uñas y veo un fondo lechoso lleno de manchas negras y amarillas. Así intento que no se me olvide.
Mi madre me ha dicho que a la niña la llamará lluvia, Victoria está prohibida.

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