EL MISTERIO DE LA ESCAFANDRA MALDITA
El hombre que hasta el día anterior había vendido pólizas de seguro se despertó aquel primer domingo de mayo con una escafandra en la cabeza.
Había trabajado el día anterior y estaba cansado, no puso el despertador. Lo despertaron los gritos de los chicos jugando al balón en el parque.
La habitación estaba desordenada, ropa tirada por el suelo, el maletín del trabajo…unas carpetas. Solo quedaban sus ropas revueltas, las de la chica con la que había pasado la noche habían desaparecido.
Lo despertó el sonido seco de un balonazo, cerca de la ventana, abrió los ojos y lo vio todo diferente, como hinchado. Pensó que sería la resaca y volvió a cerrarlos.
Se estiró, y al desperezarse se dio cuenta de que la cabeza le pesaba más que de costumbre. De repente, sin pensarlo se incorporó y dio un salto, se puso a mover nerviosamente las manos pero no se atrevió a llevárselas a la cabeza.
Lentamente, pisando el frío suelo de madera se dirigió al fondo, donde colgaba un viejo espejo que había sido de su padre.
Algo debió de pasar por su cabeza segundos antes de llegar allí por que continuó andando con los ojos cerrados y se plantó delante del espejo.
Abrió lentamente los ojos con la sensación de que le pesaban cientos de kilos, el espejo le devolvió la imagen de un hombre en pijama con una escafandra de cobre en la cabeza. De su garganta salió un grito ahogado que lo amortiguó su nueva y esférica presencia. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a tocar la misma, se dio cuenta de que su propia cara mostraba una expresión de terror, los ojos parecían salirse de sus cuencas, las mejillas grotescamente hinchadas por el aumento del cristal de su nueva apariencia, la boca torcida, casi disparada. Se miraba a la vez que intentaba sacarse aquella cosa de la cabeza y se veía a si mismo como un sueño, una caricatura, una extravagancia irreal. Pero aquello estaba pasando. Era cierto.
Después de casi dos horas de luchar consigo mismo acabó sentado en el suelo, junto a la ventana y se durmió.
Soñó que estaba en el fondo del mar, conectado por unos gruesos cables en la nuca a una especie de huevos transparentes, junto a el habían otros hombres, todos desnudos, todos conectados a los cables, cientos de bolsas, miles, millones…
Se despertó sudando, se volvió a mirar en el espejo, se intentó quitar de nuevo la escafandra y decidió echarse a la calle, al mirar debajo de la cama para coger sus zapatillas de deporte casi se cae al suelo de lo que le pesaba la cabeza. A partir de entonces debería de tener cuidadin con ello. Buscaría ayuda, seguro que encontraría a alguien que le ayudaría a sacársela.
Tuvo suerte, por la escalera subía Susan la vecina de arriba cargada de bolsas de papel del supermercado, ese día estaba extrañamente guapa había estado entrenando con las animadoras del barrio y todavía llevaba el top verde con el número ocho, le miró sonriendo, pasó a su lado como a cámara lenta, el leve balanceo de sus pechos le hipnotizó a la vez que la escafandra le devolvía una imagen algo desenfocada.
Se quedó sin saber que decir, era evidente que al mirarse se había visto con la escafandra de cobre en la cabeza, pero aún así no había dicho nada. Bajó las escaleras confuso y salio a la calle, había salido el sol, la luz le dio de lleno y se llevó las manos a los ojos, sin acordarse de su nueva situación.
Comenzó a correr asustado, le saludaron los niños del parque, dos de ellos eran hijos de su casero, los miró pensando que se reirían de el o vendrían a decirle algo, pero al momento siguieron con su juego y no volvieron a prestarle atención.
Siguió corriendo y al fondo de la calle vio a toda la gente agolpada, entonces se acordó de que aquel primer domingo de mayo era el día del desfile nacional de los equipos de rugby del condado. Comenzó a oír la música de las bandas amortiguadas, los niños llevaban gorras de rayas rojas y blancas y la multitud agitaba banderines de colores.
Siguió corriendo y se coló a empujones entre la gente y se plantó en medio de la calle.
El silencio, de repente todo el mundo se calló y se quedó paralizado, todo, los niños, la música, los coches, las nubes. El tiempo. Atónito contempló aquella escena, la gran avenida Madisson Carter estaba repleta por miles de personas paralizadas, mujeres agitando banderines, hombres con la cara hinchada al gritar con niños riendo sobre sus hombros, las animadoras todas cogidas por los hombros levantando sus piernas y una de ellas sin…giró la cabeza y peguó un salto, detrás de el un caballo se había quedado parado como una estatua, a solo dos patas, siguió corriendo, oyendo únicamente sus pasos y sus jadeos. Estaba agotado, seguía sin creerse todo aquello, no podía ser verdad, se apoyó en una carroza gigante con forma de calabaza y miró desolado a su alrededor deseó con todas sus fuerzas que aquello no estuviese pasando, cerró los ojos y con un gesto de rabia chasqueó los dedos.
El ruido ensordecedor, volvió, tuvo que apartarse de un salto, la carroza con forma de calabaza se había puesto en marcha y a punto estuvo casi de atropellarlo, los niños, la música, el confeti, las trompetas, todo le daba vueltas, la gente reía, nadie parecía mirarlo ni tener en cuenta lo más mínimo su nuevo y esférico estado. Se dio cuenta de que las amigas de Susan lo saludaban mientras daban saltitos con sus pompones
Conforme pasaba el tiempo su extraña borrachera iba en aumento, cada vez el sonido era más ensordecedor, él asustado contemplaba todo aquello a través de la escafandra que poco a poco se había ido empañando, las caras aparecían alargadas, moviéndose de forma circular, diluyéndose unas con otras. Todo se emborronó.
Apenas vio al caballo, solo se dio cuenta cuando ya se le había echado encima, cayó al suelo y notó como la escafandra se rompía en cientos de pedazos produciendo un sonido que a el le sonó al de la música desafinada de un tiovivo.
Se despertó tres días más tarde en el hospital Franklyn Center de Nueva Cork, llevaba tres días durmiendo delirando extrañas palabras en lenguas muertas.
Abrió los ojos, estaba en una habitación grande, a su lado había un biombo abierto por lo que no podía ver quien estaba en la cama de al lado, lo que si le pareció ver en una décima de segundo fue la silueta de una enfermera con lo que parecía una gran forma redonda en la cabeza. Cerró los ojos, contó hasta tres, se incorporó ligeramente de la cama y despacio movió el biombo. En la cama de al lado había una niña de unos diez o doce años y la enfermera, las dos se giraron y le sonrieron desde sus caras aumentadas por las escafandras. Volvió a cerrar el biombo y se llevó las manos a la cabeza, se tocó el pelo, los ojos, la boca, la nariz…Ya no la llevaba puesta, volvió a mover el biombo y vio a la enfermera y la niña con su escafandra pequeña que no dejaban de mirarlo. De repente sintió unas ganas enormes de vomitar y en vez de eso le salió un grito ensordecedor que decía, “quitaros eso”!!!!!!!!!! Dejando arrastrar 1a última sílaba hasta que apenas le quedó un hilo de voz, volvió a incorporarse, pero las correas de las muñecas no le dejaban moverse más.
La enfermera, sin dejar de mirarlo cruzó la habitación y fue hasta un armario acristalado que había en el fondo, la niña miraba absorta aquella escena mientras sonreía, y acariciaba el pelo de una muñeca que sostenía en su regazo también con una pequeña escafandra. Oyó como la enfermera abría el armario y la vio dirigirse hacía él con algo en la mano.
Está esterilizada, no se preocupe….Y haga el favor de ponérsela. Todos los días lo mismo.
Había trabajado el día anterior y estaba cansado, no puso el despertador. Lo despertaron los gritos de los chicos jugando al balón en el parque.
La habitación estaba desordenada, ropa tirada por el suelo, el maletín del trabajo…unas carpetas. Solo quedaban sus ropas revueltas, las de la chica con la que había pasado la noche habían desaparecido.
Lo despertó el sonido seco de un balonazo, cerca de la ventana, abrió los ojos y lo vio todo diferente, como hinchado. Pensó que sería la resaca y volvió a cerrarlos.
Se estiró, y al desperezarse se dio cuenta de que la cabeza le pesaba más que de costumbre. De repente, sin pensarlo se incorporó y dio un salto, se puso a mover nerviosamente las manos pero no se atrevió a llevárselas a la cabeza.
Lentamente, pisando el frío suelo de madera se dirigió al fondo, donde colgaba un viejo espejo que había sido de su padre.
Algo debió de pasar por su cabeza segundos antes de llegar allí por que continuó andando con los ojos cerrados y se plantó delante del espejo.
Abrió lentamente los ojos con la sensación de que le pesaban cientos de kilos, el espejo le devolvió la imagen de un hombre en pijama con una escafandra de cobre en la cabeza. De su garganta salió un grito ahogado que lo amortiguó su nueva y esférica presencia. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a tocar la misma, se dio cuenta de que su propia cara mostraba una expresión de terror, los ojos parecían salirse de sus cuencas, las mejillas grotescamente hinchadas por el aumento del cristal de su nueva apariencia, la boca torcida, casi disparada. Se miraba a la vez que intentaba sacarse aquella cosa de la cabeza y se veía a si mismo como un sueño, una caricatura, una extravagancia irreal. Pero aquello estaba pasando. Era cierto.
Después de casi dos horas de luchar consigo mismo acabó sentado en el suelo, junto a la ventana y se durmió.
Soñó que estaba en el fondo del mar, conectado por unos gruesos cables en la nuca a una especie de huevos transparentes, junto a el habían otros hombres, todos desnudos, todos conectados a los cables, cientos de bolsas, miles, millones…
Se despertó sudando, se volvió a mirar en el espejo, se intentó quitar de nuevo la escafandra y decidió echarse a la calle, al mirar debajo de la cama para coger sus zapatillas de deporte casi se cae al suelo de lo que le pesaba la cabeza. A partir de entonces debería de tener cuidadin con ello. Buscaría ayuda, seguro que encontraría a alguien que le ayudaría a sacársela.
Tuvo suerte, por la escalera subía Susan la vecina de arriba cargada de bolsas de papel del supermercado, ese día estaba extrañamente guapa había estado entrenando con las animadoras del barrio y todavía llevaba el top verde con el número ocho, le miró sonriendo, pasó a su lado como a cámara lenta, el leve balanceo de sus pechos le hipnotizó a la vez que la escafandra le devolvía una imagen algo desenfocada.
Se quedó sin saber que decir, era evidente que al mirarse se había visto con la escafandra de cobre en la cabeza, pero aún así no había dicho nada. Bajó las escaleras confuso y salio a la calle, había salido el sol, la luz le dio de lleno y se llevó las manos a los ojos, sin acordarse de su nueva situación.
Comenzó a correr asustado, le saludaron los niños del parque, dos de ellos eran hijos de su casero, los miró pensando que se reirían de el o vendrían a decirle algo, pero al momento siguieron con su juego y no volvieron a prestarle atención.
Siguió corriendo y al fondo de la calle vio a toda la gente agolpada, entonces se acordó de que aquel primer domingo de mayo era el día del desfile nacional de los equipos de rugby del condado. Comenzó a oír la música de las bandas amortiguadas, los niños llevaban gorras de rayas rojas y blancas y la multitud agitaba banderines de colores.
Siguió corriendo y se coló a empujones entre la gente y se plantó en medio de la calle.
El silencio, de repente todo el mundo se calló y se quedó paralizado, todo, los niños, la música, los coches, las nubes. El tiempo. Atónito contempló aquella escena, la gran avenida Madisson Carter estaba repleta por miles de personas paralizadas, mujeres agitando banderines, hombres con la cara hinchada al gritar con niños riendo sobre sus hombros, las animadoras todas cogidas por los hombros levantando sus piernas y una de ellas sin…giró la cabeza y peguó un salto, detrás de el un caballo se había quedado parado como una estatua, a solo dos patas, siguió corriendo, oyendo únicamente sus pasos y sus jadeos. Estaba agotado, seguía sin creerse todo aquello, no podía ser verdad, se apoyó en una carroza gigante con forma de calabaza y miró desolado a su alrededor deseó con todas sus fuerzas que aquello no estuviese pasando, cerró los ojos y con un gesto de rabia chasqueó los dedos.
El ruido ensordecedor, volvió, tuvo que apartarse de un salto, la carroza con forma de calabaza se había puesto en marcha y a punto estuvo casi de atropellarlo, los niños, la música, el confeti, las trompetas, todo le daba vueltas, la gente reía, nadie parecía mirarlo ni tener en cuenta lo más mínimo su nuevo y esférico estado. Se dio cuenta de que las amigas de Susan lo saludaban mientras daban saltitos con sus pompones
Conforme pasaba el tiempo su extraña borrachera iba en aumento, cada vez el sonido era más ensordecedor, él asustado contemplaba todo aquello a través de la escafandra que poco a poco se había ido empañando, las caras aparecían alargadas, moviéndose de forma circular, diluyéndose unas con otras. Todo se emborronó.
Apenas vio al caballo, solo se dio cuenta cuando ya se le había echado encima, cayó al suelo y notó como la escafandra se rompía en cientos de pedazos produciendo un sonido que a el le sonó al de la música desafinada de un tiovivo.
Se despertó tres días más tarde en el hospital Franklyn Center de Nueva Cork, llevaba tres días durmiendo delirando extrañas palabras en lenguas muertas.
Abrió los ojos, estaba en una habitación grande, a su lado había un biombo abierto por lo que no podía ver quien estaba en la cama de al lado, lo que si le pareció ver en una décima de segundo fue la silueta de una enfermera con lo que parecía una gran forma redonda en la cabeza. Cerró los ojos, contó hasta tres, se incorporó ligeramente de la cama y despacio movió el biombo. En la cama de al lado había una niña de unos diez o doce años y la enfermera, las dos se giraron y le sonrieron desde sus caras aumentadas por las escafandras. Volvió a cerrar el biombo y se llevó las manos a la cabeza, se tocó el pelo, los ojos, la boca, la nariz…Ya no la llevaba puesta, volvió a mover el biombo y vio a la enfermera y la niña con su escafandra pequeña que no dejaban de mirarlo. De repente sintió unas ganas enormes de vomitar y en vez de eso le salió un grito ensordecedor que decía, “quitaros eso”!!!!!!!!!! Dejando arrastrar 1a última sílaba hasta que apenas le quedó un hilo de voz, volvió a incorporarse, pero las correas de las muñecas no le dejaban moverse más.
La enfermera, sin dejar de mirarlo cruzó la habitación y fue hasta un armario acristalado que había en el fondo, la niña miraba absorta aquella escena mientras sonreía, y acariciaba el pelo de una muñeca que sostenía en su regazo también con una pequeña escafandra. Oyó como la enfermera abría el armario y la vio dirigirse hacía él con algo en la mano.
Está esterilizada, no se preocupe….Y haga el favor de ponérsela. Todos los días lo mismo.
12 comments:
SUPER FUERTEEE
yo hace dias que siento un extraño dolor de cabeza.... me pesa mucho no se.... no, no quiero mirarme en el espejo !!
Todos la llevamos puestaaaaaaaaa !!
ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh !!
burbuja
P.D. buenisimo relato, por fin algo tan olvidado, pero tan grande, como la ESCAFANDRA, tiene relato propio.
/clap
Me ha gustado mucho. El final es de los que te golpean y te dejan perplejo durante un rato. Te has superado, Luis. Sobre todo, tremendamente original.
Un saludo
La historia está muy bien, pero deberías revisar el texto... hay algunos momentos en los que me parece que se pierde el tono.
Que increible...que forma de machacar mi cabeza buscando la lógica.
Genial, un magnífico relato, con un algo espeluznante..
Un fuerte abrazo
Gracias a todos, la verdad es que no esperaba tanta efusividad ante una gamberrada literaria como esta...Muchas gracias chicos por seguir ahí.................Entre todos lograremos cambiar el mundo....AUNQUE SOLO SEA UN POCO
Muy bueno, la verdad es que tiene al go KAFKIANO EN SU COMIENZO, pero poco a ppoco le das un giro macabro, oscuro, parece a veces una pelicula de cine negro.
Me ha gustado mucho
Pues yo ahora, en este momento, tengo mucho comezón en la escafandra.
Y a tí por qué no te cogen como guionista de cine? mejor un guion desarrollando esto que otras cosas, la verdad, aunque cambiando la localización, claro esta.
And the oscar to the best foreign picture goes to: Luis Roser, by Escafandra
Buena idea, ademas,la palabra ESCAFANDRA, en ingles , suena chachi: "Diving-suit"
Si Cortázar y Kafka hubiesen podido escribir en colaboración un cuento corto,suscitaban este.
Muy muy bueno,amigo.
Un abrazo grande
el comienzo recuerda a Gregorio Samsa en el comienzo de la METAMORFOSIS, el desarrllo que le das después es muy bueno, si señor, muy bueno.
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